domingo, 14 de abril de 2013

Matemáticas en 3 actos

Descubrí la idea de las "Matemáticas en 3 actos" a partir de una charla de Dan Meyer en TED.com llamada "Las clases de matemáticas necesitan un cambio de imagen". Hablaba sobre educación matemática y las posibilidades que se abrían con las nuevas tecnologías y la introducción de pizarras digitales, proyectores, tabletas, etc... en el aula. Hablaba, sobre todo, de cambiar la letanía de los problemas clásicos de los libros de texto: "Juan compra trescientos lápices a 0,35 € cada uno y luego los vende en cajas de doce lápices a 5 € la caja. ¿Cuál será el beneficio total que obtendrá Juan?". Desde que empecé en esto de la enseñanza supe que no quería realizar ese tipo de problemas en clase. Desde algo antes sé que debería pasar la mayor parte del tiempo en clase resolviendo problemas. No: los alumnos deberían pasar la mayor parte del tiempo en clase resolviendo problemas. Hablando sobre los problemas, sobre las estrategias, sobre las soluciones. Dar respuesta al tan odiado: "Maestro, y esto, ¿para qué sirve?".

La idea central de las Matemáticas en 3 actos es esa: cambiar la forma en que se plantean los problemas estructurándolos en tres actos.
  • Acto I. En lugar de ofrecerle un párrafo más o menos largo con más o menos conexión con la realidad, ponedle delante de una situación llamativa, interesante, curiosa o que, de alguna forma, suscite preguntas. Preguntas que vengan de los alumnos, no del profesor.
  • Acto II. En lugar de ofrecerle los datos enmarcados en un texto (o en el mejor de los casos, una imagen), esconderlos, retrasarlos, forzar a que sea el propio alumno quien pida determinados datos, mediciones, estimaciones... Que invente, si quiere, sus propios datos.
  • Acto III. Una vez resuelto el problema, mostrar la solución. Corroborar la solución: es cierto que tardaba tanto como hemos calculado, que mide lo mismo que nos ha salido... ¿O no? Abrir la discusión acerca del resultado y de conceptos que normalmente escapan al aula. Aproximaciones, estimaciones, errores...
No hay panaceas, no existen ungüentos milagrosos, ni métodos fantásticos que solucionen los mil y un problemas de aprender y enseñar. Pero yo siento que he mejorado como profesor. Que mis clases han mejorado, que mis alumnos hablan, ahora, mucho más de lo que solían intervenir en mis primeras clases. Por algún sitio hay que empezar.